jueves, 13 de junio de 2013

La invasión de los niños máquina

El otro día en el super me di cuenta que un niño pequeño, de unos 8 años, se había perdido, estaba sólo en una esquina, pero no estaba preocupado por no tener cerca a sus padres, estaba tan tranquilo el tío, con sus manos pequeñitas agarraba una de esas  maquinitas que permanecen adosadas a nuestros niños desde que se levantan y hasta que se quedan dormidos, porque antes es imposible despegárselas. No se le veía preocupado en absoluto, disparaba y se movía frenético de un lado a otro de su pequeño cuerpito y se contorneaba para esquivar los envites del dragón, o las balas del enemigo o de lo que fuera, pero de una cosa estoy seguro, no eran conjugaciones de verbos.
Así se tiran ahora nuestras crías todo el día matando enemigos, pegando patadas, saltando, corriendo o disparando, siempre virtualmente claro, porque el único ejercicio que hacen es con algún dedo de las manos. He observado que alguno no para de darle a los botones ni comiendo, ni meando, y pronto tendremos prototipos de niños que seguirán dándole a los botones dormidos. El primer efecto pernicioso de estas maquinitas, sería por tanto, el aumento de peso de nuestros infantes.
Sin embargo no todo va a ser malo, es innegable el inmenso favor que estas maquinitas están haciendo a la conveniencia familiar, antes teníamos que sufrir al único hijo que se volvía repelente, egoísta y que había que estar todo el día encima aguantando sus caprichos, y que en definitiva requería mucha atención. Ahora gracias a estos cacharros se pasan el día calladitos y entretenidos, bueno solo se ponen plastas cuando hay que comprarles un jueguecito nuevo, menos mal que son baratitos, y por sólo 40 ó 60 € los tienes enganchados a la máquina al menos otros 4 días.
Aun es pronto para saber qué efectos tendrá en el futuro esta dependencia de la máquina, este continuo vivir en el juego, si no será posible que se les deforme la percepción de la realidad y se piensen que en la vida hay que ir disparando o dando patadas para abrirse paso. O quizá estamos educando súper héroes cotidianos que nos salvarán de todas las amenazas que ahora nos acechan, ya saben: el cambio climático, el hambre en el mundo, Mariano Rajoy, los productos textiles chinos… etc.
Mala pinta tiene la cosa, entre los teléfonos móviles, la televisión, las nintendo, play steision, etc… vamos a tener dentro de unos años una generación de personitas analfabetas para las cuestiones funcionales cotidianas, que solo sabrán manejar aparatuquis. Pero lo que no tenga un funcionamiento por medio de botones que se pulsan, ¿cómo lo harán funcionar estos chavalines de ahora? ¿Cómo serán sus relaciones personales con sus semejantes? ¿Harán lentejas en su casa alguna vez, o comerán siempre comida rápida? Y lo más importante de todo: ¿Quién nos va a atender en los asilos?

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